Ilustración: Alba L. Giménez |
Dado que hemos atravesado
el río y el viento nos ofrece tan sólo un entumecedor torbellino de frío, al
que nos hemos adaptado dócilmente, sin esperar más allá de lo que nos puede ser
concedido, sin preguntarnos siquiera cómo pudo ocurrir que llegáramos a este
sitio, para nosotros carece ya de toda importancia que nada saliese como
esperábamos. No hay modo de despejar la niebla en la que vivimos ni de saber en
qué momento nos dimos por sometidos. La silenciosa nieve del pensamiento se
derrite antes de que pueda cuajar. El lugar que habitamos es un acertijo
planteado por alguien a quien todo lo humano le es ajeno[i]. Las cancelas hacia la
nada se multiplican y el presente queda tan lejos, tan abismalmente lejos.
[i]
El enunciado original es: “Where we are is anyone’s guess”. Confieso que he querido sobreentender
mucho, al jugar con el eco de la famoso proverbio de Terencio: “Homo sum,
humani nihil a me alienum puto” (“Soy un hombre, nada de lo humano me es
ajeno”). Se trata de una voz más para enriquecer esta reflexión.
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