lunes, 3 de agosto de 2020

"Pasos tristes", de Philip Larkin (Traducido por Luisa Pastor)

Ilustración: Alba L. Giménez


Al volver a tientas a la cama después de un pis,
aparto las tupidas cortinas, y se ciernen sobre mí
las nubes en fuga, la prístina luna.

Son las cuatro: los jardines, jalonados de sombras, yacen
bajo un cielo que bien podría ser la cueva de los vientos.
Realmente, hay algo ridículo en todo esto,

cómo se desliza la luna a través de las nubes que flotan
vagamente como el humo de un cañón
-altas y absurdas y aisladas – hasta hacerse remotas,

mientras una pétrea luz enfoca los tejados de abajo.
¡Píldora del amor! ¡Medallón del arte!
¡Oh, lobos de la memoria! ¡Oh, inmensidades!

No, uno siente ciertos escalofríos al mirar ahí arriba.
La cruel y radiante y clara
singularidad trascendente de esa magnífica visión

es un recordatorio de la fortaleza y el dolor
de ser joven: algo que no podré recobrar jamás,
pero que para otros permanece intacto en alguna parte.



Enlace al poema original

No hay comentarios:

Publicar un comentario