lunes, 30 de noviembre de 2020

Agradecimiento

 Con esta sencilla entrada, queremos agradeceros vuestra fidelidad y compromiso a quienes el pasado sábado nos acompañasteis en el Auditorio de la Lonja de Orihuela para celebrar el VII Encuentro del Aula de Poesía Miguel Hernández. A pesar de las circunstancias extrañas en las que nos movemos, pudimos comprobar que seguís arropándonos en todos los proyectos que emprendemos.



viernes, 27 de noviembre de 2020

Aula de Poesía "Miguel Hernández"

 Os esperamos para celebrar el cine y la poesía... 

Mañana a las 19:15 h. en el Auditorio de la Lonja de Orihuela



lunes, 23 de noviembre de 2020

"A solas", de Matthew Sweeney (Traducido por Luisa Pastor)

Ilustración: Alba L. Giménez


¿Fue Pascal quien dijo “Casi todo nuestro sufrimiento deriva del hecho de no ser capaces de permanecer solos en nuestra habitación?” Baudelaire pensaba que bien podría ser así, pero no con una certidumbre absoluta. Y echemos un vistazo a ese “casi” tan apetitoso que aparece ahí. A mi mente acude toda clase de sufrimientos que nada tienen que ver con el hecho de permanecer solos en nuestra habitación. Cuando estando en un tren me llega un email de rechazo por una obra en la que yo había depositado grandes esperanzas, por ejemplo. O por retroceder aún más, aquella ocasión en la que al volver a casa encontré muerto al ratoncito blanco que tenía con doce o trece años. O, por poner un ejemplo más mundano, cuando el avión en el que tengo una reserva se retrasa unas doce horas y mientras yo me quedo colgado en el aeropuerto.

Jamás he tenido yo, en verdad, mucho inconveniente con el asunto de la soledad.  De niño, leía con voracidad y en cualquier esquina oculta era fácil sorprenderme con mi libro. El juego del golf es uno de esos casos en los que uno disfruta a solas, especialmente a primera hora de una hermosa mañana. El momento en que me sentí más solo fue cuando unos misioneros vinieron de visita a mi escuela y tuvimos que aguantar un retiro de silencio que duraba tres días. Al final de ese periodo de tiempo, me sentí como uno de esos astronautas de las películas que han de permanecer en la luna durante meses.

Baudelaire reivindicaba que su amigo el Diablo amaba los lugares lúgubres, solitarios, donde era más probable que prendiese el espíritu del crimen y la lujuria. Llegó a la conclusión de que esto no suponía realmente un peligro para la mayoría de nosotros, aunque sí, y especialmente, para toda esa gente ociosa e imaginativa propensa a los enigmas y la ensoñación. El tipo de persona que debería evitar estar solo es el charlatán o quizás el comentarista televisivo. Pero, ¿conseguirían estas personas detener su verborrea únicamente por estar privados de compañía? ¿Consiguió Crusoe, por ejemplo, permanecer en silencio en su isla antes de la llegada de Viernes? Según Elizabeth Bishop en su espléndido poema, “Crusoe en Inglaterra”, no.

Y para lograr escribir ese poema, la Sta. Bishop necesitó estar sola. Eso no hizo que dejase de cocinar o de invitar a amigos a comer con ella y beber vino con ella. Pero después de todo eso, probablemente a la mañana siguiente, ella tuvo que volver a enfrentarse con su poema, con su soledad.

A mi modo de ver, tal vez el ilustre francés exagerara los beneficios de estar solo. El escritor y filósofo Jean-Paul Sartre, por ejemplo, en su obra A puerta cerrada incluye la famosa sentencia “El infierno son los otros”. Sí, todos sabemos hasta qué punto suelen ser irritantes los otros, y con qué urgencia se nos representa la necesidad de escapar de ellos. Pero esos dos personajes de Vladimir y Estragón que protagonizan Esperando a Godot, de Beckett, nos demuestran que incluso en el universo del absurdo tiene su importancia tener compañía. Se dice que Beckett se inspiró para su obra en una o dos versiones de la pintura Dos hombres contemplando la luna, de Caspàr David Friedrich que él descubrió en un viaje que hizo a Alemania en 1936 o 37. En ambas versiones del cuadro uno de los hombres apoyaba su mano en el hombro del otro, un gesto de compañerismo como pocos.

Baudelaire cita al filósofo y moralista francés Jean de la Bruyère (o Delabruyère, como él mismo firmaba), “Qué gran desgracia no poder estar solos”, como si reprendiera a todo aquel que quiere zambullirse en una multitud o entrar a un bar abarrotado. ¿Qué hay de esa magnífica palabra francesa, "fraternidad", la tercera en el unificador grito de la Revolución? Quiero cerrar esto con otra cita de la Bruyère: “Más allá de las dificultades crecen los milagros”. Yo me quedo con ésta. Cualquiera en esta compleja sociedad debería darle unas vueltas a este asunto.


Enlace al poema original


domingo, 15 de noviembre de 2020

Vuelve el Aula de Poesía "Miguel Hernández"

 Con algo más de espacio del que nos hubiese gustado (obligados por las circunstancias que todos conocemos), el sábado 28 de noviembre vuelve una edición más del Aula de Poesía "Miguel Hernández", que Auralaria viene organizando desde hace siete años con la colaboración inestimable de la Fundación Cultural Miguel Hernández. En este séptimo encuentro, el motivo que tomamos como vertebrador del Aula es la relación entre cine y poesía. Para ello, tenemos el lujo de contar con el poeta alicantino Joaquín Juan Penalva, que ha cimentado gran parte de su producción poética en el séptimo arte. Evidentemente, cumpliendo todas las medidas de seguridad que se hacen necesarias en estos tiempos tan extraordinarios que vivimos, (aforo al 50 %, registro de asistentes, uso de hidrogel y mascarillas) el sábado 28 de noviembre, a las 19: 15 h. os esperamos a todos y a todas en el Auditorio de La Lonja de Orihuela para celebrar, una vez más, la poesía. 


Seguiremos informando...

martes, 10 de noviembre de 2020

"El suéter de Vladimir Ussachevsky", de John Haines (Traducido por Luisa Pastor)

 

Ilustración: "El búho en la máscara del soñador"
Alba L. Giménez


Encaro el viento de las avenidas

una noche de primavera en Nueva York.

Llevo bajo mi delgada chaqueta

un suéter que me dio la mujer

de un genio nacido en Manchuria.


La calidez de ese suéter contrasta

con la fría indolencia de la ciudad, una manzana tras otra.

Los edificios me parecen montañas

que juegan a alejarse conforme yo trato de alcanzarlas.


En mi imaginación, el tráfico se transforma en ganado

que deambula por fangosos pastos.

Puedo sentir sin esfuerzo alguno a mi alrededor

los largos desplazamientos de los hombres y sus caballos.


Es primavera en Siberia o en Mongolia,

dondequiera que se me ocurra estar.

Rudas voces, aunque honestas, me incitan

a abandonar aquella soledad:

me cuentan que todos estamos cansados

de este peso arrollador, 

de la opresión del invierno que no acaba,

que es hora de renovar nuestra vida,

de quemar los contratos que expiran, 

de elegir nuevos gobiernos.



El sol del viejo Imperio se ha puesto

y debo escribir un poema al Emperador. 

En él le hablaré como el hombre que yo 

debería ser, un habitante de la frontera,

cubierto de esa lana oscura y cálida,

mientras el viento y el humo emborronan mi cara.


Seguramente, el Emperador y su corte

querrán saber que una fantástica

y prometedora revolución empieza mañana

en una de sus remotas provincias…


(1967) El búho en la máscara del soñador: poemas reunidos, 1993.