Ilustración: Alba L. Giménez |
El frío se
recrudece; por mucho que el anochecer
se retrase,
Febrero, con su luz de vapor de mercurio
está puliendo la
congelada superficie de color hueso
crujiente y
traicionera bajo nuestros pies.
Esta es la época
del año idónea para echar
una llave al
candado del saludable apetito,
para restituir a la
noche sus viejas ansiedades,
con el insomnio y
las pesadillas en activo;
cuando lo que es
urgente se deja para mañana
y aquello que se
ha emplazado viene a llamar
con mascullados
reproches a tu puerta,
y las enterradas
ambiciones emergen del suelo
y pegan tus escurridizos
hombros al muro,
y la esperanza es
un reptil que aguarda el mimo del sol.
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