Con esta sencilla entrada, queremos agradeceros vuestra fidelidad y compromiso a quienes el pasado sábado nos acompañasteis en el Auditorio de la Lonja de Orihuela para celebrar el VII Encuentro del Aula de Poesía Miguel Hernández. A pesar de las circunstancias extrañas en las que nos movemos, pudimos comprobar que seguís arropándonos en todos los proyectos que emprendemos.
lunes, 30 de noviembre de 2020
viernes, 27 de noviembre de 2020
Aula de Poesía "Miguel Hernández"
Os esperamos para celebrar el cine y la poesía...
Mañana a las 19:15 h. en el Auditorio de la Lonja de Orihuela
lunes, 23 de noviembre de 2020
"A solas", de Matthew Sweeney (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
¿Fue Pascal quien dijo “Casi todo nuestro sufrimiento deriva del hecho de no ser capaces de permanecer solos en nuestra habitación?” Baudelaire pensaba que bien podría ser así, pero no con una certidumbre absoluta. Y echemos un vistazo a ese “casi” tan apetitoso que aparece ahí. A mi mente acude toda clase de sufrimientos que nada tienen que ver con el hecho de permanecer solos en nuestra habitación. Cuando estando en un tren me llega un email de rechazo por una obra en la que yo había depositado grandes esperanzas, por ejemplo. O por retroceder aún más, aquella ocasión en la que al volver a casa encontré muerto al ratoncito blanco que tenía con doce o trece años. O, por poner un ejemplo más mundano, cuando el avión en el que tengo una reserva se retrasa unas doce horas y mientras yo me quedo colgado en el aeropuerto.
Jamás he tenido yo, en verdad, mucho inconveniente con el asunto de la soledad. De niño, leía con voracidad y en cualquier esquina oculta era fácil sorprenderme con mi libro. El juego del golf es uno de esos casos en los que uno disfruta a solas, especialmente a primera hora de una hermosa mañana. El momento en que me sentí más solo fue cuando unos misioneros vinieron de visita a mi escuela y tuvimos que aguantar un retiro de silencio que duraba tres días. Al final de ese periodo de tiempo, me sentí como uno de esos astronautas de las películas que han de permanecer en la luna durante meses.
Baudelaire reivindicaba que su amigo el Diablo amaba los lugares lúgubres, solitarios, donde era más probable que prendiese el espíritu del crimen y la lujuria. Llegó a la conclusión de que esto no suponía realmente un peligro para la mayoría de nosotros, aunque sí, y especialmente, para toda esa gente ociosa e imaginativa propensa a los enigmas y la ensoñación. El tipo de persona que debería evitar estar solo es el charlatán o quizás el comentarista televisivo. Pero, ¿conseguirían estas personas detener su verborrea únicamente por estar privados de compañía? ¿Consiguió Crusoe, por ejemplo, permanecer en silencio en su isla antes de la llegada de Viernes? Según Elizabeth Bishop en su espléndido poema, “Crusoe en Inglaterra”, no.
Y para lograr escribir ese poema, la Sta. Bishop necesitó estar sola. Eso no hizo que dejase de cocinar o de invitar a amigos a comer con ella y beber vino con ella. Pero después de todo eso, probablemente a la mañana siguiente, ella tuvo que volver a enfrentarse con su poema, con su soledad.
A mi modo de ver, tal vez el ilustre francés exagerara los beneficios de estar solo. El escritor y filósofo Jean-Paul Sartre, por ejemplo, en su obra A puerta cerrada incluye la famosa sentencia “El infierno son los otros”. Sí, todos sabemos hasta qué punto suelen ser irritantes los otros, y con qué urgencia se nos representa la necesidad de escapar de ellos. Pero esos dos personajes de Vladimir y Estragón que protagonizan Esperando a Godot, de Beckett, nos demuestran que incluso en el universo del absurdo tiene su importancia tener compañía. Se dice que Beckett se inspiró para su obra en una o dos versiones de la pintura Dos hombres contemplando la luna, de Caspàr David Friedrich que él descubrió en un viaje que hizo a Alemania en 1936 o 37. En ambas versiones del cuadro uno de los hombres apoyaba su mano en el hombro del otro, un gesto de compañerismo como pocos.
Baudelaire cita al filósofo y moralista francés Jean de la Bruyère (o Delabruyère, como él mismo firmaba), “Qué gran desgracia no poder estar solos”, como si reprendiera a todo aquel que quiere zambullirse en una multitud o entrar a un bar abarrotado. ¿Qué hay de esa magnífica palabra francesa, "fraternidad", la tercera en el unificador grito de la Revolución? Quiero cerrar esto con otra cita de la Bruyère: “Más allá de las dificultades crecen los milagros”. Yo me quedo con ésta. Cualquiera en esta compleja sociedad debería darle unas vueltas a este asunto.
domingo, 15 de noviembre de 2020
Vuelve el Aula de Poesía "Miguel Hernández"
Seguiremos informando...
martes, 10 de noviembre de 2020
"El suéter de Vladimir Ussachevsky", de John Haines (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: "El búho en la máscara del soñador" Alba L. Giménez |
Encaro el viento de las avenidas
una noche de primavera en Nueva York.
Llevo bajo mi delgada chaqueta
un suéter que me dio la mujer
de un genio nacido en Manchuria.
La calidez de ese suéter contrasta
con la fría indolencia de la ciudad, una manzana tras otra.
Los edificios me parecen montañas
que juegan a alejarse conforme yo trato de alcanzarlas.
En mi imaginación, el tráfico se transforma en ganado
que deambula por fangosos pastos.
Puedo sentir sin esfuerzo alguno a mi alrededor
los largos desplazamientos de los hombres y sus caballos.
Es primavera en Siberia o en Mongolia,
dondequiera que se me ocurra estar.
Rudas voces, aunque honestas, me incitan
a abandonar aquella soledad:
me cuentan que todos estamos cansados
de este peso arrollador,
de la opresión del invierno que no acaba,
que es hora de renovar nuestra vida,
de quemar los contratos que expiran,
de elegir nuevos gobiernos.
El sol del viejo Imperio se ha puesto
y debo escribir un poema al Emperador.
En él le hablaré como el hombre que yo
debería ser, un habitante de la frontera,
cubierto de esa lana oscura y cálida,
mientras el viento y el humo emborronan mi cara.
Seguramente, el Emperador y su corte
querrán saber que una fantástica
y prometedora revolución empieza mañana
en una de sus remotas provincias…
(1967) El búho en la máscara del soñador: poemas reunidos, 1993.
martes, 27 de octubre de 2020
"Octubre", de Robert Frost (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
Oh, silenciosa y plácida mañana de octubre,
tus maduras hojas presienten su caída,
el viento de mañana, si sopla fuerte
acabará con todas ellas esparcidas.
Los cuervos claman en lo alto del bosque;
puede que mañana se agrupen y emprendan la salida.
Oh, silenciosa y plácida mañana de octubre,
alumbra las horas de hoy perezosamente.
Haz que este día sea menos fugaz, a nuestros ojos.
Ya que los corazones se prestan gustosos al engaño,
embáucanos como tú sabes.
Deja caer una hoja al amanecer;
al mediodía libera otra;
una que caiga de nuestros árboles, la otra de más lejos.
Haz que el sol se distraiga en la levedad de la bruma;
cautiva a la tierra con tus amatistas.
¡Despacio, despacio!
Compadécete del temblor de la vid, al ver todas sus uvas
con las hojas consumidas a causa de la helada,
y la gloria de sus racimos condenada, asimismo, a perecer.
Compadécete del temblor de la vid que pende del muro.
sábado, 10 de octubre de 2020
"Vísperas", de Louise Glück, (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Pastor |
¿Qué más se podía hacer a mi viña,
que no haya hecho yo en ella?
Isaías, Cap.5
domingo, 27 de septiembre de 2020
"Encantamiento", de Czeslaw Milosz (Traducido por Luisa Pastor)
domingo, 13 de septiembre de 2020
"El fin de la ciencia ficción", de Lisel Mueller (Traducido por Luisa Pastor)
Ilustración: Alba L. Giménez
Esto no es una fantasía, es nuestra vida.
Somos las criaturas
que conquistaron la luna,
los que no dan tregua alguna a sus computadoras.
Somos los dioses capaces de deshacer
el mundo en siete días.
Ambas manos se detuvieron a mitad de la jornada.
Gozamos ya el sueño incipiente de vivir para siempre
en livianos cuerpos de aluminio
con una serie numérica grabada en el envés.
Sintonizamos nuestras palabras como Muzak.
Nos escuchamos unos a otros como a través del agua.
El género se ha extinguido. Inventa algo nuevo.
Inventa a un hombre y a una mujer
desnudos en un edén,
inventa a un hijo que salvará al mundo,
un hombre que carga con su padre
huyendo de una ciudad en llamas.
Inventa el hilo de un ovillo
que conduce a cierto héroe a buen puerto,
inventa una isla en la que él abandona
luego a esa mujer que le ha salvado del peligro,
sin perder el sueño siquiera tras su traición.
Invéntanos tal como fuimos
antes de que nuestros cuerpos reluciesen
y dejásemos de sangrar:
inventa a un pastor que mata a un gigante,
a una muchacha que se transforma en laurel,
a una mujer que rehúsa dar la espalda
a su pasado y es convertida en estatua de sal,
a un joven que roba el patrimonio de su hermano
y acaba convertido en líder de una nación.
Inventa unas lágrimas auténticas, un amor impío,
unas palabras arcaicas recitadas despacio
y con esfuerzo, como los primeros pasos
del niño que cruza una habitación.
jueves, 27 de agosto de 2020
"Las vacaciones", de Wendell Berry (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
“Las vacaciones”, de Wendell Berry
TRADUCIDO POR LUISA PASTOR
Hubo una vez un hombre que filmó sus vacaciones.
Iba raudo río abajo en su bote
con su videocámara al ojo, rodando
un dinámico film del dinámico fluir
sobre el que su bruñido bote se desplazaba fugazmente
hacia el término de sus vacaciones. Le mostraba
sus vacaciones a la cámara, que lo grababa,
inmortalizándolo todo para siempre: el río, los árboles,
el cielo, la luz, la proa de su ajetreada embarcación
y, ubicado en la parte de atrás, él con su cámara
preservando sus vacaciones como si en verdad las tuviera,
para que después de haberlas tenido, todavía pudiera
tenerlas. Y con el encendido
de un interruptor, allí estarían. La pega es que él no.
En esa película él nunca sería más que una ausencia.
martes, 18 de agosto de 2020
"Conversación", de Ai Ogawa (Traducido por Luisa Pastor)
Ilustración: Alba L. Giménez
Para Robert Lowell
Nos sonreímos mutuamente,
y yo me reclino contra el asiento de mimbre.
¿Cómo debe de ser eso de estar muerto?, digo.
Tú rozas mis rodillas con tus dedos azules,
y, al abrir tu boca,
una bola de luz ambarina cae al suelo
con un orificio centelleando en su interior.
No me lo cuentes, digo, no quiero oírlo.
¿Alguna vez -arrancas - llevaste
uno de esos vestidos de seda
y debido, sin más, a un accidente,
tan leve que apenas lo sientes,
tus dedos rasgaron ese vestido,
con idéntico sonido al de un cuchillo que cortara papel?
Incluso puede que lo visualizaras
percatándote de hasta qué punto esa imagen
es simplemente la prolongación de otra imagen,
que tu propia vida
es una cadena de palabras
que un día se romperá.
Las palabras, dices, como corros de muchachas
cogidas de la mano, empiezan a ascender hacia el cielo
con sus vestidos de confirmación
henchidos como blancos globos de helio,
las coronas de flores en sus cabezas dando giros y giros
y, por encima de todo eso,
ahí estoy yo, flotando,
y, bueno, así es como yo me lo represento
solo que diez veces más sereno,
diez veces más siniestro.
¿Qué ser vivo podría sobrevivir a una visión así?
lunes, 10 de agosto de 2020
"Una piedra, una hoja, una puerta", de Thomas Wolfe (Traducido por Luisa Pastor)
Ilustración Alba L. Giménez (inspirada en "La danza" de H. Matisse)
…Una piedra, una hoja, una puerta que nunca encontré;
el origen de esa piedra, de esa hoja, de esa puerta.
Y de todos los rostros que han caído en el olvido.
Desarropados y sin compañía de nadie se nos envió al exilio.
De nuestra madre, conocimos su oscuro útero
mas no su rostro;
de la prisión de su carne llegamos a otra
que nos privó de toda esperanza de comunicación, la prisión
de esta tierra.
¿Quién de nosotros ha llegado a conocer a su hermano?
¿Quién de nosotros se ha asomado al corazón de su padre?
¿Quién de nosotros no ha vivido siempre confinado en su propia cárcel?
¿Quién de nosotros no está llamado a ser para siempre un extranjero solitario?
¡Oh, y hasta qué punto apuramos el fracaso en este arduo laberinto, perdidos,
entre las estrellas que alumbran
esta agotada y deslucida ceniza, perdidos!
Recordándonos privados del habla,
salimos en busca del lenguaje primordial que olvidamos,
el desdibujado carril que conducía hacia el cielo,
una piedra, una hoja, una puerta que nunca encontré.
Texto original extraído del libro A stone, a leaf, a door, de Thomas Wolfe (Macmillan Publishing Company, 1991)
... A stone, a leaf, an unfound door;
of a stone, a leaf, a door.
And of all the forgotten faces.
Naked and alone we came into exile.
In her dark womb
we did not know our mother's face;
from the prison of her flesh have we come
into the unspeakable and incommunicable prison
of this earth.
Which of us has known his brother?
Which of us has looked into his father's heart?
Which of us has not remained forever prison-pent?
Which of us is not forever a stranger and alone?
O waste of lost, in the hot mazes, lost,
among bright stars
on this weary, unbright cinder, lost!
Remembering speechlessly
we seek the great forgotten language,
the lost lane-end into heaven,
a stone, a leaf, an unfound door.
lunes, 3 de agosto de 2020
"Pasos tristes", de Philip Larkin (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
Al volver a tientas a la cama después de un pis,
aparto las tupidas cortinas, y se ciernen sobre mí
las nubes en fuga, la prístina luna.
Son las cuatro: los jardines, jalonados de sombras, yacen
bajo un cielo que bien podría ser la cueva de los vientos.
Realmente, hay algo ridículo en todo esto,
cómo se desliza la luna a través de las nubes que flotan
vagamente como el humo de un cañón
-altas y absurdas y aisladas – hasta hacerse remotas,
mientras una pétrea luz enfoca los tejados de abajo.
¡Píldora del amor! ¡Medallón del arte!
¡Oh, lobos de la memoria! ¡Oh, inmensidades!
No, uno siente ciertos escalofríos al mirar ahí arriba.
La cruel y radiante y clara
singularidad trascendente de esa magnífica visión
es un recordatorio de la fortaleza y el dolor
de ser joven: algo que no podré recobrar jamás,
pero que para otros permanece intacto en alguna parte.
Enlace al poema original
martes, 28 de julio de 2020
“Me siento y coso”, de Alice Moore Dunbar - Nelson (1875-1935) / (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
Me siento y coso -una tarea banal, en apariencia,
sobre ella mis manos se afanan, sobre ella cae mi cabeza
bajo el peso de inquietantes visiones -
el arsenal de la guerra, los hombres en sus marchas solemnes,
todos con rostros de acero, y una severa mirada al frente que trasciende
en conocimiento a esas almas inferiores cuyos ojos ni han visto la Muerte
ni han aprendido que la vida no es más que un suspiro.
Con todo, yo debo sentarme y coser.
Me siento y coso, mientras mi corazón se desgarra de deseo,
y vuelve esa marcha terrible, las fieras descargas de fuego
devastando los campos y convirtiendo en una forma retorcida y grotesca
lo que fuera un hombre en otro tiempo. Mi compasiva alma se eleva
implorando a gritos, con el único anhelo de ir en pos
de ese holocausto infernal, de esos campos de aflicción.
Sin embargo, debo sentarme y coser.
Esta nimia labor sin objeto, este inútil remiendo…
¿Por qué he de soñar yo aquí, a salvo en mi hacienda, bajo techo,
cuando ellos yacen empapados de barro y lluvia,
pronunciando a duras penas mi nombre, en el avance y en la caída?
¡Tú me necesitas, Cristo! No es una rosada quimera
lo que persigo como destino – esta hermosa y fútil costura
es justo lo que me anula-. Dios, ¿debo sentarme y coser?
Enlace al poema original
domingo, 19 de julio de 2020
"Pescando en el Susquehanna un día de julio", de Billy Collins (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
martes, 30 de junio de 2020
“En una ventana”, de Carl Sandburg (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
Dadme tan sólo hambre,
oh dioses que gravemente sentados
imponéis al mundo un orden.
Dadme hambre, dolor y deseo,
apartadme, a base de humillaciones y fracasos,
de las puertas del oro y la fama,
¡dadme la más andrajosa y punzante de las hambres!
A cambio, dejadme un amor, por pequeño que sea,
una voz que me regale el oído al final del día,
una mano que me alcance en la penumbra del cuarto
y que venga a acabar con esta infinita soledad.
Cuando al oscurecer las formas diurnas
se difuminan en el ocaso,
una errante estrellita del oeste
nos expulsa de las mudables orillas de la sombra.
Permitidme que vaya entonces a la ventana
a contemplar las fugitivas figuraciones del declive
y aguardar allí la certera llegada
de un amor, por pequeño que sea.
Enlace al poema original
lunes, 22 de junio de 2020
"Una habitación en Brooklyn", de Anne Carson (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez (inspirada en la obra Room in Brooklyn, de Edward Hopper) |
lánguido
día
se mueve
a lo largo de la habitación
Oigo
sus
ejes
en
marcha
Un progresivo resplandor
sobre
el techo
me da
esa
azulinoamarillenta
excitación
Mientras
apuran
el glorioso
declive de mi atardecer.
lunes, 15 de junio de 2020
"Desnudo de Edward Hopper", de Lisel Mueller (traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
La luz
apura todo lo que yo podría ser,
el sueño apasionado y tierno
de un hombre cualquiera,
o de un pintor –
mis pechos, dos cálidas palomas,
mis brazos, ligeramente doblegados
por la calma del mediodía.
Yo soy
estas venas azuladas, esta cicatriz,
este dominio de células color lavanda,
estos muslos y hombros vencidos;
estas pantorrillas, tan nimias
como mis mejillas,
estas caderas que no han de hacer mullidos
los luminiscentes cojines;
con todo, este cuerpo es mi hogar,
mi infancia se halla confinada aquí,
mi sueño emerge y se fragua en él,
el deseo llegó a su cénit hasta decaer
en los entresijos de su osamenta.
Este sitio me pertenece.
lunes, 8 de junio de 2020
"La Península", de Seamus Heany, (traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
domingo, 31 de mayo de 2020
“Cúbrete el rostro con tus manos”, de Mark Strand (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración: Alba L. Giménez |
lunes, 25 de mayo de 2020
"Una fotografía", de Joseph Brodsky (traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración, Alba L. Giménez |
domingo, 17 de mayo de 2020
"De vuelos y caídas", de Jack Gilbert (Traducido por Luisa Pastor)
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Ilustración Alba L. Giménez |
De vuelos y caídas, de Jack Gilbert
Todo el mundo pasa por alto que Ícaro alcanzó a volar.
Igual sucede cuando el amor toca a su fin,
o un matrimonio fracasa y a la gente le da por decir
que sabían que aquello era un error, que todos
decían que aquello nunca funcionaría. Que ella era
de sobras mayorcita para saberlo. Pero todo cuanto
merece la pena hacerse, merece la pena hacerse mal.
Como estar allí aquel verano, tan próximo al océano,
justo al otro lado de la isla, mientras el amor se esfumaba
de ella. Las estrellas ardían con tal extravagancia entonces
que nadie hubiese creído en su futura extinción.
Cada mañana, ella despertaba en mi cama,
como una aparición, con la dulzura de un antílope
que permanece estático en la bruma del amanecer.
Y a la tarde, contemplaba cómo regresaba de su baño
avanzando por el candente suelo rocoso, con toda la luz
marina tras de sí, y el cielo enorme de otro lado.
La escuchaba atento mientras almorzábamos.
¿Cómo puede decir nadie que aquello fue un fracaso?
Es como la gente que volvía de Provenza
(cuando estaba de moda eso de ir a Provenza)
diciendo que todo bonito, pero las comidas muy grasientas.
Yo creo vehementemente que Ícaro no cayó con su caída:
simplemente apuró los confines de su triunfo.
domingo, 10 de mayo de 2020
“Abajo con el mirlo azul”, Margaret Fishback (Traducido por Luisa Pastor)
domingo, 3 de mayo de 2020
"Ella", de Anne Carson
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Ilustración Alba L. Giménez |
Vive en un páramo perdido en el norte.
Sin compañía de nadie.
Allí donde la primavera se abre
como la afilada hoja de un cuchillo.
Viajo todo el día, de tren en tren
llevando un lote de libros conmigo
-algunos para mi madre, otros para mí-,
incluidas las Obras Completas de Emily Brontë,
mi autora favorita.
También mi principal temor,
que trato de afrontar como puedo.
Siempre que visito a mi madre
siento como si me convirtiera en Emily Brontë,
mi solitaria vida abrazándome como este páramo,
mi desgarbado cuerpo pisando gravemente
la cenagosa llanura en un simulacro de transformación
que muere cuando llego a la puerta de la cocina.
¿De qué materia están hechas tu alma y la mía, Emily?
She lives on a moor in the north.
She lives alone.
Spring opens like a blade there.
I travel all day on trains and bring a lot of books—
some for my mother, some for me
including The Collected Works Of Emily Brontë.
This is my favourite author.
Also my main fear, which I mean to confront.
Whenever I visit my mother
I feel I am turning into Emily Brontë,
my lonely life around me like a moor,
my ungainly body stumping over the mud flats with a look of transformation
that dies when I come in the kitchen door.
What meat is it, Emily, we need?
domingo, 26 de abril de 2020
"Spring", de Edna St. Vincent Millay
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Ilustración Alba L. Giménez |
ya no puede, por más tiempo, aplacarme
el primor con que abres, una a una,
tus diminutas hojas encarnadas.
Sé cuanto hay que saber.
El sol calienta mi nuca mientras observo
los alargados estigmas de las rosas de azafrán.
La tierra exhala un agradable aroma.
Nada aquí es presagio de muerte.
Pero ¿qué puede eso importar
cuando bajo ese hermoso suelo
los sesos de los hombres son pasto de gusanos?
La vida en sí misma
no es nada,
una taza vacía, un pasaje de peldaños
sin moqueta siquiera.
No basta, digo, con que cada año, bajo esta colina,
Abril
comparezca como un idiota,
babeando y esparciendo sus tiernas flores.
domingo, 19 de abril de 2020
"Vita nova", de Louise Glück
Tú me salvaste, deberías recordarme.
Es primavera; un grupo de muchachos compran tickets para el ferry.
Entre carcajadas, porque el aire está impregnado de flores de manzano.
Cuando desperté, comprobé que yo también reía.
Recuerdo ese sonido tan propio de la infancia,
la carcajada sin un motivo concreto, tan sólo porque el mundo es bello,
y cosas por el estilo.
Lugano. Las mesas bajo los manzanos.
Unos marineros de cubierta izan y bajan banderas multicolores.
Y al borde del lago un chico arroja su sombrero al agua;
quizás porque su amor por fin le ha aceptado.
Cruciales,
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Ilustración Alba L. Giménez |
un camino diseñado con las más ambiciosas [metas]
aun cuando luego se abandone, se cierre.
Se pierden, como islas, en la distancia.
Mi madre ofreciéndome un plato de pastelillos
-lo recuerdo tal cual, sin alterar un solo detalle,
aquel momento permanece intacto, vívido,
sin haber sido jamás expuesto a la luz;
en él me despierto eufórica,
a esa edad en la que uno está hambriento de [vida]
y se siente absolutamente a salvo-
Hoy, brotan junto a las mesas pequeños haces de hierba
de un verde pálido en la tierra oscura.
Indicios claros de que la primavera ha regresado a mí,
en esta ocasión no como lo haría un amante,
sino un emisario de la muerte; no obstante,
aún queda primavera, aún queda lugar para la ternura.
Unas palabras acerca de “Vita Nova”
“Hace años, durante otra sombría primavera, compré Vita nova, de Louise Glück, un ciclo de poemas dirigidos al amante ausente, un ciclo de poemas escritos in memoriam, lleno de dolor y de temor y de incredulidad. El primer verso: Tú me salvaste, deberías recordarme.
Un verso que hiere.
El tortuoso momento que sobreviene tras el romance, cuando el amor empieza a desvanecerse, física y emocionalmente: en ese momento se instala el ciclo de Gluck, el momento de la ruina, el insalvable abismo que se abre entre el “yo” y el “tú”. Y, con todo, a pesar de la desesperación, hay que construir una nueva vida.”
domingo, 12 de abril de 2020
"Domingo", de January Gill O'Neil
Domingo, de January Gill O'Neil
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Ilustración Alba L. Giménez |
Tú marcas el arranque de la semana,
o su cierre, y según los Beatles,
nos alcanzas sigiloso como una monja.
Eres el segundo día
que a los niños les toca estar con su padre,
el segundo día entero en una casa vacía.
Domingo, ya te iba echando en falta.
Sentada en el patio de atrás
con un vaso de Pinot, he celebrado tu llegada.
Los primeros tomates cherry
están madurando en el jardín, ¿lo sabías?
La lechuga, en cambio, sabe aún demasiado amarga.
Me detengo a mirar el cielo más azul que jamás he visto,
un paradisíaco cielo azul turquesa
imposible de concebir sobre mí.
Tan sólo tú eres mi testigo.
Ante la falta de promesas del día a día,
tú eres mi consuelo.
Eres mi errática lista de cosas por hacer,
mis platos en el fregadero,
mi brownie para el desayuno,
mi día sin sujetador.
Traducción de Luisa Pastor
Enlace al poema original