Yo soy la corredora de fondo.
Nadie decidirá mi destino.
No busquéis mis pecados en Google:
este rostro carece de historial.
Desconozco los motivos de la furia,
los lugares comunes, los clubs privados con decálogos de
odio.
He desdeñado las lisonjeras salmodias del neón,
la fraternidad sediciosa de las pantallas,
la apócrifa complicidad de los likes multiplicados.
Solo hay una vocación:
la incandescencia inmortal en el horizonte,
la promesa del viento que inunda
los solares desahuciados de la civilización,
estaciones de tren petrificadas en el olvido,
la posibilidad incierta de otro amor,
hirviendo siempre en lontananza.
Pero algún día retornará el don primigenio.
Se desvanecerá la jauría cibernética.
Recobraremos la visión nocturna de los stalkers,
retornaremos dichosos al antiguo auditorio celeste,
a nuestro plácido refectorio solar,
como ruiseñores dormidos
en sureños bohíos saturados de luz.