En este montaje Luisa Pastor
interpreta una selección de versos de "Un poeta-payaso angelical y
estrafalario", Libro III que integra el último poemario de León Felipe,
Oh, este roto y viejo violín.
Su palabra, junto con la
exquisita pieza musical de Ludovico Einaudi, "Lontano", a la que
también Auralaria ha querido rendirle homenaje, plantea una cuestión
inquietante: ¿Desde dónde escriben los poetas, los estrafalarios expatriados?
Pocos como él tuvieron una
idea tan aproximada de lo que es el éxodo, nadie mejor que él para trazar el
retrato del hombre fugitivo, sin hogar, sin tierra, a solas con un viejo
instrumento, tan viejo o más que él, tanto o más roto que él... No es una bella
melodía exactamente, es un canto que se siente rotundo de humanidad. Hay que oírlo,
hay que oír las cosas que dice...
¿Quién soy yo? por León Felipe
He aquí una buena pregunta para
hacérsela el hombre por la tarde, cuando ya está cansado y se sienta a esperar
en el umbral de la noche.
Si se abriese ahora, de improviso, la puerta y alguien se adelantase a preguntarme quién soy yo, no sabría decir cómo me llamo.
En la mañana nos bautizan, al mediodía el sol ha borrado nuestro nombre y en la tarde quisiéramos bautizamos nosotros.
Salimos de aventura en la madrugada por el mundo, con un nombre que nos prenden en la solapa, como una concha en la esclavina y creemos que por este nombre van a llamarnos los Pájaros. ¡No nos llama nadie! Y cuando ya estamos rendidos de caminar y el día va a quebrarse, gritamos enloquecidos y angustiados, para no perdernos en la sombra: ¿Quién soy yo?
¡Y nadie nos responde!
Entonces miramos hacia atrás para ver lo que dicen nuestros pasos.
Creemos que algo deben de haber dejado escrito en la arena nuestros pies vagabundos. Y comenzamos a descifrar y a organizar las huellas que aún no ha borrado el viento.
Es la hora en que el caminante quiere escribir sus memorias. Cuando dice:
Si se abriese ahora, de improviso, la puerta y alguien se adelantase a preguntarme quién soy yo, no sabría decir cómo me llamo.
En la mañana nos bautizan, al mediodía el sol ha borrado nuestro nombre y en la tarde quisiéramos bautizamos nosotros.
Salimos de aventura en la madrugada por el mundo, con un nombre que nos prenden en la solapa, como una concha en la esclavina y creemos que por este nombre van a llamarnos los Pájaros. ¡No nos llama nadie! Y cuando ya estamos rendidos de caminar y el día va a quebrarse, gritamos enloquecidos y angustiados, para no perdernos en la sombra: ¿Quién soy yo?
¡Y nadie nos responde!
Entonces miramos hacia atrás para ver lo que dicen nuestros pasos.
Creemos que algo deben de haber dejado escrito en la arena nuestros pies vagabundos. Y comenzamos a descifrar y a organizar las huellas que aún no ha borrado el viento.
Es la hora en que el caminante quiere escribir sus memorias. Cuando dice:
"Les contaré mi vida a
los hombres para que ellos me digan quien soy".
Si es un poeta, querrá contársela también a los pájaros y a los árboles. Y un día buscará un cordoncito o un mecate para ceñir y ligar bien su «antología». Entonces dirá:
Si es un poeta, querrá contársela también a los pájaros y a los árboles. Y un día buscará un cordoncito o un mecate para ceñir y ligar bien su «antología». Entonces dirá:
"Reuniré en un manojo apretado mis
mejores poemas porque tal vez así, todos juntos, sepan decir mejor lo que
quieren, a dónde se dirigen... y acaso al final apunten vagamente mi nombre
verdadero".
Si el poeta es un poco arquitecto y algo más orgulloso, tal vez se atreva a contarle su vida a las piedras también. Y dirá:
Si el poeta es un poco arquitecto y algo más orgulloso, tal vez se atreva a contarle su vida a las piedras también. Y dirá:
"Construiré mi morada - mi templo y mí
sepulcro - con las piedras más firmes que he tallado".
Yo no sé si soy un poco arquitecto, pero soy tan orgulloso como el hombre que quiere hacer eterna su casa y su palabra; como el hombre que, enloquecido y angustiado, se afana en bautizarse a sí mismo con un nombre por el que puedan llamarle
Yo no sé si soy un poco arquitecto, pero soy tan orgulloso como el hombre que quiere hacer eterna su casa y su palabra; como el hombre que, enloquecido y angustiado, se afana en bautizarse a sí mismo con un nombre por el que puedan llamarle
los pájaros,
los árboles,
las piedras...
con un nombre que no derribe
el Viento.
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