lunes, 1 de septiembre de 2014

A Leopoldo María Panero, por José Luis Zerón


Siguiendo con nuestra serie de homenajes a Leopoldo María Panero, os ofrecemos una nueva colaboración, esta vez del poeta oriolano José Luis Zerón. Con Cantata para un poeta náufrago, Zerón recoge las "heredades" de Panero, oficiante de su propia destrucción y vidente en un mundo de ciegos.


CANTATA PARA UN POETA NÁUFRAGO


Leopoldo María Panero inmemoriam


“Serás profeta tan solo para acabar con las máscaras del lenguaje”.
L.M.P:

El nombre de Dios repetido en voz alta miles de veces
no te elevó más allá de la muerte.
Ninguna hermosa elegía te devolverá
los paraísos perdidos.
Repetir y repetir una plegaria sin reversión
ni destino,
invocando al niño difunto que te habita,
al niño muerto que abre los ojos al hoy
esperando un para siempre,
invocándolo con los ojos solos
y la certeza de estar aquí, en el baldío,
guiado por el fulgor insomne de la búsqueda,
buscando en tus ojos desiertos
una mirada viva que confirme que eres alguien por fin,
alguien que despierta a una nueva vida
que es el reverso de la sordidez.
El mundo es un lugar hostil, bien lo sabes,
y no es posible escapar a los estragos de los ángeles fieros,
ni se puede huir de los hombres que husmean en los osarios del amor
y se disputan los despojos,
pero la memoria siempre está próxima
y se enriquece a base de usurpaciones y rapiñas.
La inocente crueldad de tu infancia
se presenta como una legión de voraces homicidas
en el aquí y ahora de tu desorden.
Irrumpe el furor del último asombro remontando la muerte
para reunir las huellas dispersas del paraíso perdido.
Estas son tus heredades:
El lugar sin nombre por el que transitas,
los laberintos sin salida,
los templos desolados donde oficiaste tu propia destrucción,
la habitación del vértigo y la blasfemia,
el camastro al que te adhieres, náufrago
condenado al abismo,
las máscaras atroces que nunca llegaron a ocultarte,
las palabras y su inutilidad para conjurar el dolor,
las fronteras colmadas de horror y supervivencia,
la embriaguez de penurias
y el malestrón de la soledad.
El paso del tiempo corroe al alma, lo sabes,
y hace supurar tu corazón de vidente en un mundo de ciegos.

Lo que fue y lo que no ha sido,
lo alcanzado y lo perdido,
lo real y lo imaginado,
todo ello se encuentra en tu mirada huérfana.

José Luis Zerón Huguet



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