viernes, 18 de mayo de 2012

Versos de la rebeldía: "A ti, dentro de un siglo" de Marina Tsvietáieva


Os presentamos un homenaje a Marina Tsvietáieva, con la voz de Luisa Pastor y la colaboración inestimable de José Luis Zerón, que nos da su visión personal y única de la poetisa rusa. Además, os entregamos un poema inédito de Luisa Pastor inspirado en Tsvietáieva.



MARINA TSVIETÁIEVA: UNA POÉTICA DE LA INTEMPERIE
Hace algún tiempo fui invitado a dar una dar una charla en un instituto. Al finalizar la misma, una profesora me preguntó: ¿“Por qué ya no hay poetas como Marina Tsvetáieva?”. Desconcertado, improvisé una respuesta para salir del paso. Hoy tampoco sabría responder con precisión a tan audaz pregunta. Solo se me ocurre pensar que la gran escritora rusa Marina Tsvetáieva (1892-1941), vivió en una época en la que todavía se creía en los poetas, no como meros artesanos de la palabra, sino como artista fervorosos dotados de una sensibilidad especial para vivir atentos a la revelación –que podía surgir en las honduras del yo o en la convivencia cotidiana- y capacitados para afrontar riesgos, privaciones y sufrimientos. Como sus amigos, Boris Parternak y Anna Ajmátova, Marina vivió a la intemperie desde muy joven, constantemente violentada por el infortunio y la barbarie. Como ellos escribió a todo riesgo, sin la red protectora de la retórica. Toda su vida fue una tragedia que encaró con un coraje y una dignidad que solo el descreimiento de nuestro tiempo nos impide llamar heroísmo.
Sufrió la pobreza y el exilio, cuando acompañó a su marido Serguéi Efrón, un capitán en activo que huyó de la revolución rusa. Primero en Praga (1922) y luego en París (1925). Tuvo dos hijas, Irina y Ariadna y un hijo, Gueorgui. Alejada de los círculos literarios parisinos no encontró el reconocimiento que merecía. Pero ella, que nunca perdió la fe en la poesía –aunque siempre temió perderla-, escribió estos versos clarividentes: Mis poemas serán saboreados como raros vinos/ cuando sean viejos.
Nostálgico de su patria, Serguéi Efron fue simpatizando con la causa soviética y aceptó trabajar para el servicio secreto. En 1937 cayó en desgracia y fue obligado a regresar a Moscú. En 1939 Marina Stvetáieva volvió a la Unión Soviética para reunirse con su marido. Ese mismo año Serguéi y su hija Ariadna fueron arrestados. Marina respondió a los continuos agravios y humillaciones con la ofrenda de su poesía, que no claudicó ante el nuevo dios y la ciega multitud que lo adoraba.  Aunque escribió teatro, ensayo, un diario y abundante correspondencia, es en su poesía –elaborada con un lenguaje cuidado y de gran potencia visual y sonora- donde resalta la verdadera llama de su talento creativo en perpetua lucha contra el sufrimiento. Sus poemas, plagados de diálogos y preguntas, se extienden por los vastos territorios de la analogía y acuden al misterio y se internan en la espesura a través de elipsis o repentinas rupturas de lo previsible. Los versos fluyen, respiran, se entregan a la deriva de su propio aliento con un insólito resplandor de aurora y de ocaso; en ellos se mezclan el latido aventurero de lo naciente y la intensa solemnidad de lo que finaliza. Una de sus traductoras, Selma Ancira escribió: “Tsvetáieva logró pulverizar las palabras, logró que suenen de una manera distinta”. En mi opinión, Antes del fin, título premonitorio, es el mejor poema de Marina Tsvetáieva y junto a Réquiem, de su amiga Ajmátova, el gran poema de la literatura rusa
El temperamento resistente de Marina, manifestado en muchos de sus versos, se encaró contra el sentido trágico de la existencia: “No te llevarás el rojo de mi mejilla/, poderoso como el desborde de un río./ Eres cazador pero no me rendiré./ Tú eres la persecución, pero yo soy la fuga”.
Su hija Ariadna manifestó en su libro Marina Tsvetáieva, mi madre: “Escribía de mañana, bien temprano, con el estómago vacío (…) podría escribir cualquiera fueran las circunstancias que la rodearan y de hecho así lo hizo”.
Pero tanta rebeldía contra la siniestra realidad, tanto coraje, tanta intemperie, tantas pulsiones heroicas tuvieron un límite. En 1941 Serguéi Efrón fue fusilado. Ese mismo año, Marina se suicidó buscando la consolación en un paisaje lejano, el espacio de paz que cantó e invocó en muchos de sus poemas.
José Luis Zerón Huguet




Ya que aquí nunca nada se realiza...
A   Marina Tsvietáieva,
desde otro siglo

Ya que aquí nunca nada se realiza...


… ¿ Por qué no participar

del ser de las Musas,

compartir con ellas

su  leve peso,

apenas sostenido

por las gasas de la imaginación?


Si nada al margen se consuma,

si todo por igual se desvanece,

¿por qué no dormir pronunciada

entre los labios del poeta,

por qué no pasear mi fantasma

por sus andamios y aranceles?


En tanto que solo la fuga persiste,

en tanto que somos ambos peregrinos

sin la palma y la gloria de los vivos,

¿por qué no alentar un trazo, una idea, la primera,

ser absoluta como el Arte,  necesaria,

y olvidar de momento el canto

para admirar ese prodigio, esa desembocadura,

con el tedio de mi carne inspirando su rezo…?


Como quiera que entiendo

su figura al trasluz  de mis dolientes versos,

como quiera que ayer perseguí el mismo sol,

hasta que cayó la tarde, y sobrevino el frío,

¿por qué no conducir sus dedos

por el abandonado oficio

de hallar los secretos

perdidos entre mis anillos?


Sabiendo que nunca nada se cumple

aquí por siglos,

sabiendo que hay una hora para todo

que se cobra el silencio,


nada  debiera al menos  impedir el consuelo


de encontrar a su lado

un   paisaje para mi  descanso,

un instante para adivinar la intención de sus manos,



y luego cerrar sus ojos, mis ojos,

y evocar juntos el mismo sueño…



Luisa    Pastor Martínez





2 comentarios:

  1. Interesantísima presentación. Maravilloso vídeo, Luisa. Fantástico poema.

    Todo en armonía.

    ¿Qué más se puede pedir?

    Un abrazo enorme y agradecido por tanta belleza
    Ana

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  2. Ana, gracias a ti por estar y estar.

    Un abrazo con todo mi afecto.

    Luisa

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